domingo, 16 de febrero de 2014

La pobreza es fea

Huele mal e intenta engañarte, robarte, matarte. No existe el pobre honrado y no existe el pobre bueno del que nos hablan los cuentos, entre otras cosas porque la realidad no ofrece al pobre las oportunidades que surgen en los cuentos, ni la magia de las hadas que transforma una prenda rota, pero limpia, en un vestido de princesa. En el mundo real, la prenda rota huele a sudor, a basura, a suciedad y su color original está camuflado en capas de diversas sustancias que han ido acampando con el tiempo.

La pobreza no tiene sonrisa porque la necesidad pesa en la comisura de los labios del pobre e impide que estos se arqueen hacia arriba. Miembros huesudos y barrigas hinchadas, ojos que sobresalen de las caras y encías despobladas. La pobreza cuenta desgracias, desalojos, torturas, violaciones, gritos, llantos, amargura, abandonos, adicciones, injusticias….y las injusticias nunca van acompañadas de sonrisas.

Trabajar con pobres es estar abierto a insultos, a peleas, a que intenten engañarte, a que intenten agredirte…porque además, los pobres no son agradecidos….No suelen darnos las gracias por dejar que su situación sea tan triste, por dejar que la sociedad enferme de una pobreza extrema y en la cual, algunos animales tienen más privilegios que ciertos seres humanos. No nos dan las gracias por un trozo de pan regalado cuando les hemos robado, entre todos, su futuro, sus esperanzas, sus sueños.

La pobreza es una larga fila de personas en las que cada cual se llena de derechos para ser atendidos antes y mejor, para descalificar al de al lado porque es extranjero, o porque recibe ayuda de otro lado o, simplemente porque yo lo valgo.

Poner cara a la pobreza es hablar de aquellos que nos afean el barrio, que nos molestan en el autobús, en los aparcamientos, que pretenden robarnos el móvil, que pretenden sacarnos las pelas como sea…

Por eso, cuando emitimos juicios sobre estos, o aquellos, desde nuestro sofá, calentitos en invierno y con la barriga llena tal vez debiéramos revisar nuestra basura, esa misma que va a ser rebuscada para encontrar  un yogur caducado dos días y que hemos desechado, o ese resto de carne que sobró el lunes y que no hemos llegado a comer, o esa camiseta que ya no nos gusta porque, entre otras cosas, se nos ha quedado pequeña… y mientras esos estómagos se llenan de lo que a nosotros nos sobra y rechazamos, pedimos buenas caras, simpatía y buen rollo simplemente porque la suerte  nos ha colocado en un lugar privilegiado.


No nos engañemos, la pobreza es fea y hace daño; y además es cada vez más contagiosa…. 


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